Los bracitos de la Princesa

De paso por Madrid rumbo a Tierra de Campos, me encuentro con Jean-Louis Mathieu en el quiosco del quiosquero musculoso. Los dos vamos en busca de Point de Vue, él para estudiar las fiestas veraniegas en Francia, yo para ver si hablan de las vacaciones de los Principes de Asturias que suelen ser misteriosas, pero este verano son misteriosísimas.

Desgraciadamente la revista no ha llegado y mientras damos un paseo por Serrano, rememoramos esa época pre crisis cuando Mathieu organizaba las fiestas más internacionales de Madrid, con los montajes espectaculares de Ramiro Jofre y la cocina brillante de Isabel Maestre. Nadie se resistía a sus convocatorias, ya fuese Ira de Fürstenberg, Claudia Cardinale, Jean-Louis Scherrer,Paloma Picasso, Richard Gere o Catherine Deneuve.

Al quiosquero le veo algo desencantado con Doña Letizia de la que era gran paladín hasta hace poco. No aprueba las misteriosas vacaciones secretas y dice que rayan en el mal gusto. Que los españoles tenemos todo el derecho a saber cómo pasan el verano el heredero al trono y las Infantas Leonor y Sofía.

Yo creo que le ha desilusionado ver los brazos escuálidos de la Princesa, ya que a él lo que le van son las nenas más rellenitas (sic). Le digo que si los ocultase con una de esas rebequitas espantosas que adora, la pondrían verde. Opino que el ideal sería una camisa de mangas gigantes como las que llevaba Miguel de Molina y que según Luis Escobar parecían japonesas.

Estoy de acuerdo con la teoría de mi amigo sobre el mal gusto, pero yo las encuentro egoístas también. Los paparazzi acusaban al Príncipe en el pasado de volver la cara cuando sabía que le estaban fotografiando en las regatas. Con su consorte pasa algo parecido. No vuelve la cara pero dosifica sus apariciones al mínimo. Debería de saber que esos breves posados veraniegos para mostrar que son una familia unida, ya sean en Soller como en la Tramuntana, además de teatrales, suenan a falso. Vamos, que no se lo creen ni las lectoras que se hacen el lavado y marcado en la peluquería del barrio los sábados.

Viajar a Madrid sola y volar a una ciudad suiza, solo alimenta los rumores de: a) nueva refrescadinha facial para estar eternamente joven o, lo que es peor, b) fuertes desavenencias conyugales.